“MAMÁ-PELUDA”
una pieza teatral de
JUAN ANTONIO CADENAS
(A pesar
de que de
ninguna manera se
pretende una representación
escenográfica realista y, mucho menos, naturalista, el escenario nos muestra un extravagante salón noble de un
antiguo caserón.La
extensa librería, los grandes cortinones sobre algún ventanal, dos puertas
repujadas embebidas en ricos marcos cercados, una indescriptible araña, el
dorado espejo sobre una chimenea no menos desmesurada de volumen que la citada
librería, el resto del mobiliario -en tonos caoba, oro y terciopelo rojo- así
como los demás elementos escenográficos, chirrían no sólo por la distorsión
morfológica de su disposición, sino por la incoherencia de sus disparatadas
medidas por defecto o por exceso.En
el centro de la pieza se halla un magnífico piano de cola, que resalta en el
visionado general de la estancia, en tanto un potente foco cenital lo mantiene
siempre en sobreexposición luminosa, proporcionándole un mágico hálito por efecto
del raro resplandor originado.Se
respira un ambiente morboso y enfermizo, ácido, preñado de duras sombras y
luces muy localizadas y puntuales para la iluminación de cada uno de los
elementos de interés dela pieza, además de cambiantes y versátiles en función
de las exigencias dramáticas de cada momento de la acción, a fin de conceder
relevancia a unos u otros de los mencionados elementos escenográficos y las
variadas atmósferas, que naturalmente dejaremos al criterio del
Director y el Escenógrafo.
A la Izquierda del escenario, por otra parte, una cristalera
separa al salón de un gran dormitorio, que se hace únicamente visible al contraluz cuando se ilumina, dada
la transparencia de la mencionada mampara de vidrio.Por
lo que se refiere al vestuario
decir que, acorde con la representación
escénica, se configurará en una especie de etiqueta equívoca y una especie de
etiqueta equívoca y crispada que nos remite a una anacrónica o ambigua
temporalidad.
(Al
alzarse el telón, una mujer se halla sentada al viejo piano, casi recitando un
nostálgico monólogo, subrayado frecuentemente por violentos golpes de teclas)
Mujer.-
(Tecleando con ambas
manos)
Hoy he tropezado en
varias ocasiones con la fotografía borrosa y recortada de Mamá-Peluda
aporreando su enorme piano de cola.
(Teclea)
Usa una especie de ojos
torcidos y está fea como en todas las fotos que se hizo después de los
ventiseis años. ¡Pobre Mamá-Peluda!
(Tecleo estridente y
extenso).
Mujer.-
(Continúa el monólogo)
Últimamente, cuando dio
a quella
estúpida conferencia sobre
las relaciones aconsejables entre negros y blancos, Mamá.-Peluda intentó
hacerse popular en el barrio, pero los chicos se rieron de ella y desistió. (Tecleo estridente)
Mujer.- El retrato está muy mal registrado. Los
márgenes son de un siena demasiado
espeso y confunden el dibujo. Únicamente sus
dos ojillos retorcidos sobresalen de la fotografía y se meten en los
ojos de uno.
(Pequeña Pausa)Son como dos bocas de
cañón...
(Resuelve con notas
bruscas).
Mujer.-
He permanecido diez o
doce horas contemplándola. Luego, carente de
conciencia por lo que hacía, he
arrancado la fotografía arrojándola a la papelera.
(Notas fuertes)
Tenía sueño y ganas de
llorar. De llorar o de dormir, no estoy segura.
(Notas fuertes)Me senté al final de la
almohada, desnuda. Por un instante revivió en mi interior un antiguo y
olvidado pudor .
(P.P.)Cerré las piernas
recatadamente...y proseguí recordando a
Mama-Peluda hasta desfallecer de fatiga sobre la cama…(Tecleo estridente)(El Hombre llega de la
calle, se dirige a ella y la besa mecánicamente en los labios)
Hombre.-Hola, cariño.
Mujer.-
(También mecánicamente) Hola, cariño.(El Hombre vuelve a
salir por donde entró, mientras ella prosigue su monólogo)
Mujer.-(Teclas)Mamá-Peluda monda las
patatas, abre las
castañas para el pastel, se arregla
los ojos, suspira profundamente y monta a caballo sobre la silla balancín. Así
continúa horas y horas...(El Hombre vuelve a
entrar, realizando idéntica operación)
Hombre.-Hola, cariño.
Mujer.-Hola, cariño.
(Vuelve a salir el
Hombre)
Mujer.-Era fea como los
caballos del picadero donde practicaba con la excusa de mantenerse en forma…
(Notas)Un día se la llevaron.
(Notas crecientes)Se la llevaron porque
empezó a darle vueltas la cabeza. Ofendida, me preguntó si yo
también era cómplice de aquella
maquinación. Y yo agaché la cabeza.
(Notas fuertes y P.) Bueno, siempre inclino la
cabeza cuando me dispongo a mentir.
(Tecleo estridente)(De nuevo, entrada y salida
del Hombre)
Hombre.-Hola, cariño.
Mujer.-Hola, cariño.
Mujer.-¡Pobre Mamá-Peluda,
siempre tuvo miedo de los chicos!... Los chicos se asomaban sigilosos a su ventana
para contemplarla fijamente
pegados al cristal como si fuera una tarta.
(Teclas)(Aparece el Hombre una
vez más)
Hombre.-Hola, cariño.
Mujer.-Hola, cariño.
(Sale
el Hombre, para volver a entrar un instante después y realizar la misma
operación. Inmediatamente, sale y entra de nuevo, ejecutando esta acción varias
veces más, acelerando paulatinamente el ritmo hasta quedar fuera de la alcoba
en un momento dado. La mujer permanece a la expectativa. Por fin, reanuda su
acción, comenzando con una especie de obertura musical de carácter disonante.
Justo en el instante que va a iniciar su soliloquio, penetra una vez más el
Hombre. Sin aproximarse esta vez, desde la puerta, se dirige a ella)
Hombre.-
Debo irme, cariño.
(Y sale)
Mujer.-
(Prosigue)
La ingenua historia de Mamá-Peluda se repite. Los pequeños de las
primeras clases siguen cantándola todas las mañanas al llegar a la escuela, y a
fuerza de repetirla consiguen hacerse mayores. (Notas). La olvidan
deliberadamente unos días antes de cumplir los veinte años. Y a partir de
entonces consideran que ya son adultos. (Notas).
Mamá-Peluda temblaría de horror si lo supiera, pero a los niños no los
entiende nadie. (Piano estridente. P.
larga). Luego viene la otra
historia, la larga, la que no puede aprenderse, y los niños se acuestan con las
niñas para no estar solos. (Notas muy
fuertes). ¡La historia grande, con
sus páginas manchadas de gente, con sus letras mayúsculas! ¡La historia que
nunca se repite! (Pianísimo).
(Ella
deja caer la cabeza sobre las teclas después, y aparece de nuevo el Hombre. Se
acerca sigiloso hasta ella y permanece unos segundos inmóvil a su espalda.
Después, se aleja hacia la puerta. Antes de llegar a salir, laMujer
se incorpora y, sin volver la cabeza, le impreca)
Mujer.-
(Con sequedad )¿A dónde vas?
Hombre.-
(Deteniéndose)Me esperan.
Mujer.-(Aún más seca)¿A dónde vas?
Hombre.-(Con cierto nerviosismo)Estás con el piano, ¿no
es eso? (Otro tono). Tengo que
salir.
Mujer.-¿A dónde?
Hombre.-A la calle.(Ella
aporrea las teclas violentamente. Tras una pausa, él se vuelve y acercándose a
ella, mientras acaricia su cabello y sus hombros, le dice en tono dulce pero
fingido)
Hombre.-Es dulce tu piano... y
tus hombros… y tu cuello... Pero tu piano, sobre todo.(Violento. Cambia a tono
duro).
En la calle hace frío.
(Tierno fingido). Voy a salir,
debo salir aunque haga frío.
(Después, acaricia
entero el cuerpo de la Mujer recreándose en él. Al fin, se aleja bruscamente)
Hombre.-(Saliendo)
Adiós.
SE APAGAN LAS LUCES.
(Al iluminarse de nuevo el
escenario, aparece por la I. el Hombre
seguido de un extraño personaje que habla y se mueve nerviosamente. Se trata de
un hombre de edad indefinida, pequeño de estatura, que provoca con sus modales
y sonrisa sarcásticos una especie de inquietud, pero al que el Hombre no parece
prestar la menor atención a pesar de su entrometida actitud)
H. Pequeño.-Usted sabe correr, ¿no es eso?... Usted sabe correr porque de joven...
Bueno, de joven era otra cosa..., ud corría, corría, corría... ¡Claro! ¡Además,
entonces no había muertos ni hombres destartalados...! !Eso sí, ud corría
absolutamente desnuda... ¡Pero Mayo está siempre tan lejos del invierno!(Aparecen en el umbral
de la puerta el Hombre y el H. Pequeño, entregados a su peculiar monserga)
Hombre.- Perdone,
pero debo acostarme.
H. Pequeño.-(Haciendo caso omiso)¡Es tan bonita!
Hombre.-
Desde luego, es muy
bonita.
H. Pequeño.-Me gustarla venir más a
menudo.
Hombre.-
Puede hacerlo, no hay
inconveniente alguno.
H. Pequeño.-(Sin dejar de mirar a la
Mujer) Gracias, volveré. (O.T.) ¿Decíamos ...?
Hombre.-
Lo siento, debo
acostarme.
H. Pequeño.-No se preocupe, le
acompañaré.
Hombre.-
(Siempre indiferente)De acuerdo.
H. Pequeño.-(Mientras avanzan hacia
el interior)Como le decía, los
gestos y la voz se coordinan al objeto de precisarse y, en términos prácticos,
de enfatizarse mutuamente, lo que redunda en beneficio de la expresión
considerada en sentido de comunicación. Todo lo cuál, sin embargo, me permito
poner en tela de juicio, por no decir que me retracto de ello y lo abomino,
incluso. incurriendo en la contradicción, repito, de hallarme convencido de
ello a pies juntillas. ¿Se dice así?
(Desaparecen y se
APAGAN LAS LUCES)
(Al ENCENDERSE de nuevo, se hallan en escena Hombre y Mujer
compartiendo dificultosamente el taburete)
Hombre.-
¿Le conoces?
Mujer.-
¡Claro que no!
Hombre.-
(Indiferente)Me molesta, no puedo
soportarlo…no.
Mujer.-
Estamos en pleno mes de Febrero. Jaime tiene el muelle metido en la
garganta.
(Teclea y prosigue el recital sólo con gestos y aspavientos, sin
vocalización)
H. Pequeño.- (Con admiración)
¡Es bonita!
Hombre.-
¡Oh, si, desde
luego...!
H. Pequeño.-(Cerrando el paréntesis)Bien, prosigamos. Le decía que los gestos, el lenguaje y demás parecen
conformar, confirmar, tal vez, ¡o... juraría
haberme perdido del meollo de la argumentación!...(La voz se ha ido
desvaneciendo a medida que se alejaban y desaparecían tras la puerta)
Mujer.-
(Vocalizando
crecientemente al ritmo del desvanecimiento anterior)...en realidad, siempre
había pecado de estúpido. Tal vez por ello, en el pueblo, decidieron
emparejarlo con Mamá Peluda. (P) Ella, sin embargo, se agarraba al mástil con todas sus
fuerzas... durante horas. A veces, durante días enteros. Después, sonaba un
"cataclac" de pequeña explosión...(Entra el Hombre
interrumpiéndola. Ella se vuelve bruscamente, con cierta alteración, y le clava
una mirada fulminante)
Hombre.-
(Indiferente a su
reacción)
¡Hola!
Mujer.-
¡Hola! (Pausa
larga. Con dureza) Están ambos ahí .
Hombre.-
(Con sorpresa y molesto)¿Por qué han venido
hoy?
Mujer.-
Discuten. Al menos, eso
creen ellos.
Hombre.-
No hacen otra cosa
desde entonces. Acabarán con mis nervios. (O. T.) ¿Están cenando?
Mujer.-
Sí.
Hombre.-
¿No pueden venir a otra hora?
Mujer.-
No lo sé.
Hombre.-
(Alejándose y
disponiéndose a salir).
Voy a acostarme.
Mujer.-
¿No quieres cenar?
Hombre.-
He perdido el apetito.
(Desaparece).
Mujer.-
(De nuevo, se vuelve
cara al teclado para continuar con su
monólogo).
Jaime está en el
mástil. Tiene el mástil entre las piernas. Monta en él una mujer. Una mujer
dura. En el mástil. En el mástil más duro y salvaje. (Notas bruscas).
(Súbitamente,
vuelve a entrar el Hombre y se repite la acción recién acontecida con toda
exactitud, como si en el suceder del tiempo se hubiera producido el efecto de
un disco rayado cuyo círculo se reitera hasta Cuatro veces idénticas. -a
excepción de la inquietud creciente de los personajes al verse atrapados en
semejante circulo vicioso. Transcurrida la cuarta repetición, la Mujer, tras
una especie de esforzada pulsión consigue romper la redundancia con un
chirriante crujido del piano y, al fin, reanuda el consecutivo suceder de la
acción, produciéndose la correspondiente caída de tensión y un singular sosiego
de los tonos)
Mujer.-
(Tras el chirriante
crujido del piano)
Al volverse, ha visto,
al fin, a los niños. Desgreñados y sudorosos, se masturbaban los unos a los otros
en un discreto rincón del dormitorio con la vieja fotografía de su juventud. (P)
Claro, que ella tenia que aguantarse, al menos hasta Mayo. En Mayo era otra
cosa, entonces rompía la primavera y podían snifarse los primeros aromas de la
naturaleza, esa cosquilla convulsiva que penetraba en su intimidad femenina obligándola a desnudarse...
¡Pero Mayo está siempre tan lejos del invierno!
(Aparecen en el umbral
de la puerta el Hombre y el H. Pequeño, entregados a su peculiar monserga)
Hombre.- Perdone,
pero debo acostarme.
H. Pequeño.-
(Haciendo caso omiso) ¡Es
tan bonita!
Hombre.-
Desde luego, es
realmente bonita.
H. Pequeño.-
Me gustarla venir más a
menudo.
Hombre.-
Puede hacerlo, no hay
ningún inconveniente.
H. Pequeño.-(Sin dejar de mirar a la
Mujer)Gracias, volveré. (O.T.)¿Decíamos ...?
Hombre.-
Lo siento, debo acostarme.
H. Pequeño.-
No se preocupe, le
acompañaré.
Hombre.-
(Siempre indiferente)
De acuerdo.
H. Pequeño.-(Mientras avanzan hacia
el interior)Como le decía, los
gestos y la voz se coordinan al objeto de precisarse y, en términos prácticos,
de enfatizarse mutuamente, lo que redunda en beneficio de la expresión
considerada en sentido de comunicación. Todo lo cuál, sin embargo, me permito
poner en tela de juicio, por no decir que me retracto de ello y lo abomino,
incluso incurriendo en la contradicción, repito, de hallarme convencido de ello
a pies juntillas. ¿Se dice así?
(Desaparecen y se
APAGAN LAS LUCES)
(Al ENCENDERSE de nuevo,
se hallan en escena Hombre y Mujer compartiendo dificultosamente el mismo
taburete)
Hombre.- ¿Le conoces?
Mujer.- ¡Claro que no!
Hombre.- (Indiferente) Me molesta, no puedo soportarlo.
Mujer.- No hace más que contemplarme y admirarme.
Hombre.- Habla siempre de los gestos, de la voz…
Mujer.-
¡Me considera tan
bonita!
Hombre.- Es verdaderamente obsesivo. Cualquiera diría que no hay otra cosa de que hablar que no fuera de la voz… de los gestos…
Mujer.-
Como si todo
consistiera en mirar profundamente o torcer la lengua de acá para allá.
Hombre.-
¿Por qué debemos
soportar su presencia continuamente?... ¡No nos da el menor respiro!
Mujer.- En realidad, es como si viviera en otra parte a pesar de todo. No logra orientarse. Es como si no existiera…nunca sabe donde está.
H.Pequeño.-
(Que ha oído las últimas
frases desde el marco de la puerta. Eufórico, casi maravillado)¡Deliciosa, extraordinariamente
deliciosa! ¡Qué opulencia de gestos, de voz...! (OT) ¿Podré volver otro día,
verdad?
Hombre.-
(Sin la menor reacción)
Desde luego que sí.
H. Pequeño.-
¡Muy agradecido! No sabe la satisfacción
que me produce… Volveré, volveré. (Y sale)
Mujer.-
Naturalmente, vuelva.
Hombre.-
¿Le
conocías...?
Mujer.-
No seas estúpido.
Hombre.-
Me desespera. Desearía
no verlo más por aquí. Si te hicieras su amante
no tendríamos que volver a soportarlo.
Mujer.-
Estoy convencida de que eres tú quien debería ser su amante. Sólo se
digna a hablar de los gestos y la voz contigo. Conmigo sólo utiliza monosílabos
y esa fulminante mirada de verdugo, con la que me tortura.
Hombre.-
¡Es realmente
insoportable!
H. Pequeño.-
(Apareciendo de nuevo)
He vuelto. Aquí estoy de nuevo. ¡Que mujer tan excepcional!
Mujer.-
Tengo Sueño. (Yéndose)
Hombre.-
¡Váyase, por favor!
H. Pequeño.-
Desde luego. No tardaré
en volver.
(Se dirige a la puerta, en cuyo umbral permanece detenida la Mujer y,
sin dejar de mirarla hace mutis. Por su parte, ella vuelve al piano. Tocando
suavemente:)
Mujer.-
Mamá-Peluda soñaba con levantar una fila de columnas delante de la
fachada de su casa, como en las viejas y aristocráticas mansiones del Sur. (P)
A lo largo de aquellos melancólicos días, ella pegaba el rostro en los
cristales empañados del invernadero y se reía de los chicos cuando correteando
se hundían en el barrizal de la vecina escuela. (P.P.) Luego se dejaba
adormilar con indolencia sobre el sillón y escribía sus delicados versos en el
interior de la cabeza. (O.T.) Probablemente los chicos le rompieron el diario que escondía en el
cajón de la cómoda… ¡Los chicos son unos demonios! (OT) Como en una colección
de mariposas disecadas, siempre atravesaba sus versos con alfileres en cada
hoja. El de la última, sin embargo, aparecíó muerto de varias cuchilladas. (Notas estridentes)
H. Pequeño.-
(Entrando)
¡Encantadora!...Los
gestos...la voz... ¡Deliciosa!...Volveré.
(Sale y de inmediato
vuelve a entrar. Se acerca a ella y la palpa con curiosidad y satisfacción de
arriba abajo.¡Oh Dios, encantadora… encantadora…!
Hombre.-
(Entrando) ¿Es que no conoce otra palabra?
Mujer.-
¿Es que no conoce otra
palabra?
H. Pequeño.-
¿Es que no conoce otra
palabra?
Mujer.-
(Tras nuevas notas
estridentes) nieria ud. f-toar de nuevo. ¡Que mujer
tan excepcional!
Mujer.-
Tengo Sueño. (Yéndose ella) ¡Váyase, por favor!
H. Pequeño.-
Desde luego. No tardaré
en volver.
(Dirigiéndose
a la puerta, en cuyo umbral permanece detenida la Mujer y, sin dejar de
mirarla, hace mutis. Por su parte, ella vuelve al piano, haciéndolo sonar
suavemente)
Mujer.-
Mama-Peluda soñaba con levantar una fila de columnas delante de la fachada
de su casa, como en las viejas y aristocráticas mansiones del Sur. (P)
A lo largo de aquellos melancólicos días, ella pegaba el rostro en los
cristales empañados del invernadero y se reía de los chicos cuando correteando
se hundían en el barrizal de la vecina escuela. (P.P.) Luego se dejaba
adormilar con indolencia sobre el sillón, y escribía sus delicados versos en el
interior de la cabeza. (O.T.) Probablemente los chicos le rompieron el
diario que escondía en el cajón de la cómoda. !Los chicos son unos demonios!. (O.T.) Como en una colección de
mariposas disecadas, siempre atravesaba sus versos con alfileres en cada hoja.
El verso de la última página, sin embargo, aparecíó muerto de varias
cuchilladas. (Notas estridentes).
H. Pequeño.-
(Entrando) ¡Encantadora!...Los
gestos...la voz... !Deliciosa!...Volveré. (Sale y de inmediato vuelve a entrar. Se acerca a ella y la palpa con
curiosidad y satisfacción de arriba abajo)
!Extraordinaria... maravillosa...! ¡Oh, Dios, encantadora
...encantadora!.
Hombre.-
(Entrando) ¿Es que no conoce otra palabra?
Mujer.-
¿Es que no conoce otra
palabra?
H. Pequeño.-
¿Es que no conoce otra
palabra?
Mujer.-
(Tras nuevas notas estridentes) nieria ud.
Hombre.-
(Entrando. Y como si
pasara de la presencia del otro) Estoy de vuelta,
cariño... (la besa)
Y ese pelma ¿se ha ido ya?
Mujer.-
(H. Pequeño siempre en
escena)Hace un instante.
Hombre.-
¡Afortunadamente! (P) En
fin, pues hasta luego.
(Y vuelve a salir. E
inmediatamente entra, efectuando idéntica operación en las tres ocasiones
repetidas)Estoy de vuelta,
cariño... (la besa) Y ese pelma
¿se ha ido ya?
Mujer.-
Hace un instante.
Hombre.-
¡Afortunadamente! (P) En
fin, pues hasta luego...(Sale y vuelve a entrar.)Estoy de vuelta,
cariño. (La besa) Y ese pelma, ¿se ha ido ya?
Mujer.-
Hace un instante.
Hombre.-
¡Afortunadamente! (P)
En fin, pues hasta luego.
(Disponiéndose a salir
como en ocasiones anteriores, aunque finalmente se detiene ante la puerta) ¿Nos acostamos?
Mujer.-
Ahora mismo.
Hombre.-
Bien, te espero en la
alcoba. (Sale)
H. Pequeño.-
¡Oh, es alta y frágil, indefinida, brillante. ¡Es ud. una mujer exquisita! ¡Pómulos agudos,
palabra sugestiva, mentón decidido, sensibilidad elocuente, tipo coordenado,
solemne... ¡Brillante …insisto una mujer brillante!
Mujer.-
(En el piano, dando un
nuevo golpe de teclas) La pobre de
Mamá-Peluda suponía...
H. Pequeño.-
(Sin haber llegado a
salir, pero mimetizando operaciones anteriores)Hola, cariño, estoy de
vuelta. (La besa).
Mujer.-
(Con pasiva naturalidad
tras la interrupción, prosigue su acción)... Suponía que su vida no tenía otro sentido que...
H. Pequeño.-
(Interrumpiéndola
de nuevo, mientras simula el juego de recién llegado) Hola, cariño, estoy de vuelta
(La besa. Y ahora se sienta
en el taburete del piano junto a ella. Tomándola de los hombros) ¡Hola, cariño!
Mujer.-
(Resistiéndose y en
acción de levantarse) Lo siento.
H. Pequeño.-
(Que se interpone) Necesito que venga conmigo.
Mujer.-
No me es posible.
¡Disculpe…!
H. Pequeño.-
(Insistiendo)
El caso es que no se halla ud. en condiciones óptimas para una
negativa… Verá...
Mujer.-
(Forcejeando sin
violencia)Déjeme marchar. Estoy
citada con é1 en la alcoba
(Y
señala a la cristalera traslúcida de la Izquierda, a cuyo través puede verse a
contraluz la silueta del Hombre desnudándose y colocando su ropa en perchas)¡Por favor, déjeme
salir!
H. Pequeño.-
Me veré obligado a
violentarla, estimada amiga.
Mujer.-
Le repito que no puede
ser.
H Pequeño.-
Sospecho que desea que
la fuerce.
Mujer.-
(Clavándole una mirada intensa y avasalladora, en un pulso entre ambos que
finalmente él es incapaz de sostener. La permite el paso y ella se aleja en dirección a la puerta.
Antes de salir, se vuelve y la inquiere)
H. Pequeño.-
¿Podré volver
mañana...?
Mujer.-
(Deteniéndose un
instante) ...desde luego. (Saliendo).
H. Pequeño.-
(Se vuelve al piano, se sienta y tras un nuevo
y estridente golpe:)
Yo no se si las carantoñas de Mama-Peluda podrán continuar resonando
hasta el final del tiempo. Los días alcanzan a veces un doble y ambiguo
significado...
(Se
interrumpe ante la magnifica visión de la Mujer desnudándose tras la cristalera de la alcoba, mientras la
observa mudo y extasiado durante el transcurso de la delicada y voluptuosa ceremonia. Al fin, la Mujer se acuesta
y apaga la luz de la alcoba. El H. Pequeño, recuperado unos segundos
después, reanuda su parlamento.)
...el movimiento de la
multitud hacia su propia masa y, por otro lado, la revolución repetida desde
las primeras vocales de los abecedarios.
(Violento golpe de piano
seguido de un distorsionado tecleo a cuyo fin aparecen de súbito por la puerta Hombre
y Mujer completamente desnudos, en un corrosivo y casi ridículo
cuadro.)
Mujer.-
Bien, creo que debería
despedirse ya.
H. Pequeño.-
Desde luego. Dispénsenme, lo había olvidado. Me hallo tan a gusto entre
uds que... De verdad que lo siento…
(Mientras parece
disponerse a marchar)
¿Podré volver en otra
ocasión?
Mujer.-
Siempre que lo desee.
(Los besa a ambos y
dirigiéndose a la puerta, sale).
Hombre.-
¿Le conoces?
Mujer.-
Es la primera vez que
le veo. (P) Resulta estúpido.
Hombre.-
No me gusta ese tipo.
Mujer.-
Ni a mí.
Hombre.-
Se comporta como un
adhesivo. No lo entiendo.
Mujer.-
Estoy harta de oirle.
Siempre habla de lo mismo: Mamá-Peluda esto… Mamá-Peluda aquello…
Hombre-
Esperemos que no
vuelva.
Mujer.-
No lo hará.
Hombre.-
Bueno, querida, te
espero en la cama.(La besa por enésima vez
y sale hacia la alcoba)
Mujer.-
Enseguida estoy
contigo.(Vuelve a. sentarse ante
el piano)A los tres meses de sustituir sus emociones eróticas por otras más intransigentes, Mamá-Peluda se acercó en
silencio al balcón y manifestó algo...
H. Pequeño.-(Que aparece
repentinamente en la puerta y se adelanta con su afirmación a la glosa de ella.
Con dureza)¡Que los hombres no
tenían interés!
Mujer.-
(Volviéndose
bruscamente)¿Por qué habla ud. así?
H. Pequeño.-
Me he limitado a
repetir sus palabras.
Mujer.-
(Rotunda)
¡Márchese!
H. Pequeño.-(Explicativo)De todos modos, estaba
mintiendo...
Mujer.-
No vuelva, se lo ruego.
Hombre P.-
De acuerdo, no volveré.
Se lo prometo.
Mujer.-
(Emprendiendo canino a la
alcoba)Lo siento, voy a
acostarme.
H. Pequeño.-
(Siguiéndola)Muy bien, la acompañaré
hasta la cama.
Mujer (OPF ).-(En off, mientras se
acercan a la alcoba) Como quiera.
(Se
ilumina la habitación, viéndoles silueteados
al trasluz. Preparativos de ella para acostarse. Enlazando con diálogo
referente a Mamá-Peluda)
Mamá-Peluda
¡Jamás dijo nada
semejante!
H. Pequeño.-
(Que comienza a
desnudarse)Tal vez… Sin embargo, debería haberlo hecho. Se hubiera evitado pasar
por los demás problemas.
Mujer.-
Dispénseme, pero mañana
me espera un día muy ajetreado.(Metiéndose en la cama,
junto al Hombre, que parece despertar yse incorpora. Ambos
sentados)Desde
luego, podrá volver cuando lo desee…
Hombre Pequeño.-
(Terminando de desnudarse)
Si no le importa, me
permitirá usar su cepillo de dientes.
(Desaparece de la zona
iluminada)
Hombre.-
Se ha marchado.
Mujer.-
No volverá
Hombre.-
Siempre vuelve.
Mujer.-
Ya no.
Hombre.-
¿Que es lo que
quiere?... ¿Por qué vuelve siempre?
Mujer.-
Jamás vuelve.
Hombre.-
Sin ir más lejos, hoy.
ujer.-
No es cierto.
Hombre.-
Está continuamente
molestándote.
Mujer.-
No lo se.
Hombre.-
(P) De
acuerdo, no volverá.
H. Pequeño.-
(Entrando y metiéndose
en la cama. Los tres sentados, en medio de ambos, se halla la Mujer.) Ya estoy aquí de nuevo… ¿Podrían hacerme sitio?
Mujer.-
(Acomodándose los tres,
y después de una pausa…)Mamá-Peluda no había logrado comprender que todo se lo debían y comenzó a acostarse,
uno a uno, con los chicos. (OT) Sin embargo, ella hablaba varios idiomas y era capaz de hacerse no entender cuando
lo consideraba oportuno. (Se tienden dentro de
las sábanas. Al fin, la Mujer saca el brazo, buscando el conmutador y apaga la
luz de la alcoba)
FIN DE
"MAMÁ PELUDA"
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