Tuesday, April 30, 2013






“MAMÁ-PELUDA”

una pieza teatral de
JUAN ANTONIO CADENAS


(A  pesar  de  que  de  ninguna  manera  se  pretende  una representación escenográfica realista y, mucho menos, naturalista, el escenario nos  muestra un extravagante salón noble de un antiguo caserón.La extensa librería, los grandes cortinones sobre algún ventanal, dos puertas repujadas embebidas en ricos marcos cercados, una indescriptible araña, el dorado espejo sobre una chimenea no menos desmesurada de volumen que la citada librería, el resto del mobiliario -en tonos caoba, oro y terciopelo rojo- así como los demás elementos escenográficos, chirrían no sólo por la distorsión morfológica de su disposición, sino por la incoherencia de sus disparatadas medidas por defecto o por exceso.En el centro de la pieza se halla un magnífico piano de cola, que resalta en el visionado general de la estancia, en tanto un potente foco cenital lo mantiene siempre en sobreexposición luminosa, proporcionándole un mágico hálito por efecto del raro resplandor originado.Se respira un ambiente morboso y enfermizo, ácido, preñado de duras sombras y luces muy localizadas y puntuales para la iluminación de cada uno de los elementos de interés dela pieza, además de cambiantes y versátiles en función de las exigencias dramáticas de cada momento de la acción, a fin de conceder relevancia a unos u otros de los mencionados elementos escenográficos y las variadas atmósferas, que naturalmente dejaremos al  criterio del  Director y el Escenógrafo.
A la Izquierda  del escenario, por otra parte, una cristalera separa al salón de un gran dormitorio, que se hace únicamente  visible al contraluz cuando se ilumina, dada la transparencia de la mencionada mampara de vidrio.Por lo que se refiere  al vestuario decir  que, acorde con la representación escénica, se configurará en una especie de etiqueta equívoca y una especie de etiqueta equívoca y crispada que nos remite a una anacrónica o ambigua temporalidad.
(Al alzarse el telón, una mujer se halla sentada al viejo piano, casi recitando un nostálgico monólogo, subrayado frecuentemente por violentos golpes de teclas)

Mujer.-
(Tecleando con ambas manos)
Hoy he tropezado en varias ocasiones con la fotografía borrosa y recortada de Mamá-Peluda aporreando su enorme piano de cola.
(Teclea)
Usa una especie de ojos torcidos y está fea como en todas las fotos que se hizo después de los ventiseis años. ¡Pobre Mamá-Peluda!
(Tecleo estridente y extenso).

Mujer.-
(Continúa el monólogo)
Últimamente,  cuando  dio  a quella  estúpida  conferencia  sobre   las relaciones aconsejables entre negros y blancos, Mamá.-Peluda intentó hacerse popular en el barrio, pero los chicos se rieron de ella y desistió. (Tecleo estridente)

Mujer.-  El retrato está muy mal registrado. Los márgenes son de un siena demasiado espeso y confunden el dibujo. Únicamente sus  dos ojillos retorcidos sobresalen de la fotografía y se meten en los ojos de uno.
(Pequeña Pausa)Son como dos bocas de cañón...
(Resuelve con notas bruscas).

Mujer.-
He permanecido diez o doce horas contemplándola. Luego, carente de  conciencia por lo que hacía,  he arrancado la fotografía arrojándola a la papelera.
(Notas fuertes)
Tenía sueño y ganas de llorar. De llorar o de dormir, no estoy segura.
(Notas fuertes)Me senté al final de la almohada, desnuda. Por un instante revivió en mi interior un antiguo y olvidado  pudor .
(P.P.)Cerré las piernas recatadamente...y proseguí recordando a  Mama-Peluda hasta desfallecer de fatiga sobre la cama…(Tecleo estridente)(El Hombre llega de la calle, se dirige a ella y la besa mecánicamente en los labios)

Hombre.-Hola, cariño.
Mujer.-
(También mecánicamente) Hola, cariño.(El Hombre vuelve a salir por donde entró, mientras ella prosigue su monólogo)
Mujer.-(Teclas)Mamá-Peluda monda las patatas,  abre  las  castañas  para el pastel, se arregla los ojos, suspira profundamente y monta a caballo sobre la silla balancín. Así continúa horas y horas...(El Hombre vuelve a entrar, realizando idéntica operación)

Hombre.-Hola, cariño.

Mujer.-Hola, cariño.
(Vuelve a salir el Hombre)

Mujer.-Era fea como los caballos del picadero donde practicaba con la excusa de mantenerse en forma…
(Notas)Un día se la llevaron.
(Notas crecientes)Se la llevaron porque empezó a darle vueltas la cabeza. Ofendida, me preguntó  si  yo también  era cómplice de aquella maquinación.  Y yo agaché la cabeza.
(Notas fuertes y P.) Bueno, siempre inclino la cabeza cuando me dispongo a mentir.
(Tecleo estridente)(De nuevo, entrada y salida del Hombre)

Hombre.-Hola, cariño.

Mujer.-Hola, cariño.

Mujer.-¡Pobre Mamá-Peluda, siempre tuvo miedo de los chicos!... Los chicos se asomaban  sigilosos  a  su  ventana  para  contemplarla  fijamente  pegados al cristal como si fuera una tarta.
(Teclas)(Aparece el Hombre una vez más)

Hombre.-Hola, cariño.

Mujer.-Hola, cariño.
(Sale el Hombre, para volver a entrar un instante después y realizar la misma operación. Inmediatamente, sale y entra de nuevo, ejecutando esta acción varias veces más, acelerando paulatinamente el ritmo hasta quedar fuera de la alcoba en un momento dado. La mujer permanece a la expectativa. Por fin, reanuda su acción, comenzando con una especie de obertura musical de carácter disonante. Justo en el instante que va a iniciar su soliloquio, penetra una vez más el Hombre. Sin aproximarse esta vez, desde la puerta, se dirige a ella)

Hombre.-
Debo irme, cariño.
(Y sale)

Mujer.-
(Prosigue)
La ingenua historia de Mamá-Peluda se repite. Los pequeños de las primeras clases siguen cantándola todas las mañanas al llegar a la escuela, y a fuerza de repetirla consiguen hacerse mayores. (Notas). La olvidan deliberadamente unos días antes de cumplir los veinte años. Y a partir de entonces consideran que ya son adultos. (Notas).
Mamá-Peluda temblaría de horror si lo supiera, pero a los niños no los entiende nadie. (Piano estridente. P. larga). Luego viene la otra historia, la larga, la que no puede aprenderse, y los niños se acuestan con las niñas para no estar solos. (Notas muy fuertes). ¡La historia grande, con sus páginas manchadas de gente, con sus letras mayúsculas! ¡La historia que nunca se repite! (Pianísimo).
(Ella deja caer la cabeza sobre las teclas después, y aparece de nuevo el Hombre. Se acerca sigiloso hasta ella y permanece unos segundos inmóvil a su espalda. Después, se aleja hacia la puerta. Antes de llegar a salir, laMujer se incorpora y, sin volver la cabeza, le impreca)

Mujer.-
(Con sequedad )¿A dónde vas?

Hombre.-
(Deteniéndose)Me esperan.

Mujer.-(Aún más seca)¿A dónde vas?

Hombre.-(Con cierto nerviosismo)Estás con el piano, ¿no es eso?  (Otro tono). Tengo que salir.

Mujer.-¿A dónde?

Hombre.-A la calle.(Ella aporrea las teclas violentamente. Tras una pausa, él se vuelve y acercándose a ella, mientras acaricia su cabello y sus hombros, le dice en tono dulce pero fingido)

Hombre.-Es dulce tu piano... y tus hombros… y tu cuello... Pero tu piano, sobre todo.(Violento. Cambia a tono duro).
En la calle hace frío. (Tierno fingido). Voy  a  salir, debo  salir aunque haga frío.
(Después, acaricia entero el cuerpo de la Mujer recreándose en él. Al fin, se aleja bruscamente)

Hombre.-(Saliendo)
Adiós.


SE APAGAN LAS LUCES.

(Al iluminarse de nuevo el escenario, aparece por la I. el Hombre seguido de un extraño personaje que habla y se mueve nerviosamente. Se trata de un hombre de edad indefinida, pequeño de estatura, que provoca con sus modales y sonrisa sarcásticos una especie de inquietud, pero al que el Hombre no parece prestar la menor atención a pesar de su entrometida actitud)

H. Pequeño.-Usted sabe correr, ¿no es eso?... Usted sabe correr porque de joven... Bueno, de joven era otra cosa..., ud corría, corría, corría... ¡Claro! ¡Además, entonces no había muertos ni hombres destartalados...! !Eso sí, ud corría absolutamente desnuda... ¡Pero Mayo está siempre tan lejos del invierno!(Aparecen en el umbral de la puerta el Hombre y el H. Pequeño, entregados a su peculiar monserga)

Hombre.-   Perdone, pero debo acostarme.

H. Pequeño.-(Haciendo caso omiso)¡Es tan bonita!

Hombre.-
Desde luego, es muy bonita.

H. Pequeño.-Me gustarla venir más a menudo.

Hombre.-
Puede hacerlo, no hay inconveniente alguno.

H. Pequeño.-(Sin dejar de mirar a la Mujer) Gracias, volveré. (O.T.) ¿Decíamos ...?

Hombre.-
Lo siento, debo acostarme.

H. Pequeño.-No se preocupe, le acompañaré.

Hombre.-
(Siempre indiferente)De acuerdo.

H. Pequeño.-(Mientras avanzan hacia el interior)Como le decía, los gestos y la voz se coordinan al objeto de precisarse y, en términos prácticos, de enfatizarse mutuamente, lo que redunda en beneficio de la expresión considerada en sentido de comunicación. Todo lo cuál, sin embargo, me permito poner en tela de juicio, por no decir que me retracto de ello y lo abomino, incluso. incurriendo en la contradicción, repito, de hallarme convencido de ello a pies juntillas. ¿Se dice así?
(Desaparecen y se

APAGAN LAS LUCES)

(Al ENCENDERSE de nuevo, se hallan en escena Hombre y Mujer compartiendo dificultosamente el taburete)

Hombre.-
¿Le conoces?

Mujer.-   
¡Claro que no!

Hombre.-
(Indiferente)Me molesta, no puedo soportarlo…no.

Mujer.-
Estamos en pleno mes de Febrero. Jaime tiene el muelle metido en la garganta.
(Teclea y prosigue el recital sólo con gestos y aspavientos, sin vocalización)

H. Pequeño.- (Con admiración)
 ¡Es bonita!

Hombre.-
¡Oh, si, desde luego...!

H. Pequeño.-(Cerrando el paréntesis)Bien, prosigamos. Le decía que los gestos, el lenguaje y demás parecen conformar, confirmar, tal vez,  ¡o... juraría haberme perdido del meollo de la argumentación!...(La voz se ha ido desvaneciendo a medida que se alejaban y desaparecían tras la puerta)

Mujer.-
(Vocalizando crecientemente al ritmo del desvanecimiento anterior)...en realidad, siempre había pecado de estúpido. Tal vez por ello, en el pueblo, decidieron emparejarlo con Mamá Peluda.     (P) Ella, sin embargo, se agarraba al mástil con todas sus fuerzas... durante horas. A veces, durante días enteros. Después, sonaba un "cataclac" de pequeña explosión...(Entra el Hombre interrumpiéndola. Ella se vuelve bruscamente, con cierta alteración, y le clava una mirada fulminante)

Hombre.-
(Indiferente a su reacción)
¡Hola!

Mujer.-   
¡Hola!  (Pausa larga. Con dureza)  Están ambos ahí .

Hombre.-
(Con sorpresa y molesto)¿Por qué han venido hoy?

Mujer.-   
Discuten. Al menos, eso creen ellos.

Hombre.-
No hacen otra cosa desde entonces. Acabarán con mis nervios. (O. T.) ¿Están cenando?

Mujer.-   
Sí.

Hombre.-
 ¿No pueden venir a otra hora?

Mujer.-   
No lo sé.

Hombre.-
(Alejándose y disponiéndose a salir).
Voy a acostarme.

Mujer.-   
¿No quieres cenar?

Hombre.-
He perdido el apetito. (Desaparece).

Mujer.-   
(De nuevo, se vuelve cara al teclado para continuar con  su monólogo).

Jaime está en el mástil. Tiene el mástil entre las piernas. Monta en él una mujer. Una mujer dura. En el mástil. En el mástil más duro y salvaje. (Notas bruscas).

(Súbitamente, vuelve a entrar el Hombre y se repite la acción recién acontecida con toda exactitud, como si en el suceder del tiempo se hubiera producido el efecto de un disco rayado cuyo círculo se reitera hasta Cuatro veces idénticas. -a excepción de la inquietud creciente de los personajes al verse atrapados en semejante circulo vicioso. Transcurrida la cuarta repetición, la Mujer, tras una especie de esforzada pulsión consigue romper la redundancia con un chirriante crujido del piano y, al fin, reanuda el consecutivo suceder de la acción, produciéndose la correspondiente caída de tensión y un singular sosiego de los tonos)

Mujer.-
(Tras el chirriante crujido del piano)
Al volverse, ha visto, al fin, a los niños. Desgreñados y sudorosos, se masturbaban los unos a los otros en un discreto rincón del dormitorio con la vieja fotografía de su juventud. (P) Claro, que ella tenia que aguantarse, al menos hasta Mayo. En Mayo era otra cosa, entonces rompía la primavera y podían snifarse los primeros aromas de la naturaleza, esa cosquilla convulsiva que penetraba en su  intimidad femenina obligándola a desnudarse... ¡Pero Mayo está siempre tan lejos del invierno!
(Aparecen en el umbral de la puerta el Hombre y el H. Pequeño, entregados  a su peculiar monserga)

Hombre.-   Perdone, pero debo acostarme.

H. Pequeño.-
(Haciendo caso omiso)  ¡Es tan bonita!

Hombre.-
Desde luego, es realmente bonita.

H. Pequeño.-
Me gustarla venir más a menudo.

Hombre.-
Puede hacerlo, no hay ningún inconveniente.

H. Pequeño.-(Sin dejar de mirar a la Mujer)Gracias, volveré. (O.T.)¿Decíamos ...?

Hombre.-
Lo siento, debo acostarme.

H. Pequeño.
No se preocupe, le acompañaré.

Hombre.-
(Siempre indiferente) De acuerdo.

H. Pequeño.-(Mientras avanzan hacia el interior)Como le decía, los gestos y la voz se coordinan al objeto de precisarse y, en términos prácticos, de enfatizarse mutuamente, lo que redunda en beneficio de la expresión considerada en sentido de comunicación. Todo lo cuál, sin embargo, me permito poner en tela de juicio, por no decir que me retracto de ello y lo abomino, incluso incurriendo en la contradicción, repito, de hallarme convencido de ello a pies juntillas. ¿Se dice así?

(Desaparecen y se 

APAGAN LAS LUCES)


(Al ENCENDERSE de nuevo, se hallan en escena Hombre y Mujer compartiendo dificultosamente el mismo taburete)

Hombre.- ¿Le conoces?

Mujer.-                                                                                                                                 ¡Claro que no!

Hombre.- (Indiferente) Me molesta, no puedo soportarlo.                                                                                       

Mujer.-                                                                                                                                No hace más que contemplarme y admirarme.

Hombre.-                                                                                                                                                                   Habla siempre de los gestos, de la voz…


Mujer.-
¡Me considera tan bonita!

Hombre.-                                                                                                                       Es verdaderamente obsesivo. Cualquiera diría que no hay otra cosa de que hablar que no fuera de la voz… de los gestos…

Mujer.-
Como si todo consistiera en mirar profundamente o torcer la lengua de acá para allá.

Hombre.-
¿Por qué debemos soportar su presencia continuamente?... ¡No nos da el menor respiro!

Mujer.-                                                                                                                                                                       En realidad, es como si viviera en otra parte a pesar de todo. No logra orientarse. Es como si no existiera…nunca sabe donde está.

H.Pequeño.-
(Que ha oído las últimas frases desde el marco de la puerta. Eufórico, casi maravillado)¡Deliciosa, extraordinariamente deliciosa! ¡Qué opulencia de gestos, de voz...! (OT) ¿Podré volver otro día, verdad?

Hombre.-
(Sin la menor reacción) Desde luego que sí.

H. Pequeño.-
¡Muy agradecido!  No sabe la satisfacción  que me produce… Volveré, volveré. (Y sale)

Mujer.-
Naturalmente, vuelva.

Hombre.-
¿Le conocías...?

Mujer.-
No seas estúpido.

Hombre.-
Me desespera. Desearía no verlo más por aquí. Si te hicieras su amante  no tendríamos que volver a soportarlo.

Mujer.-
Estoy convencida de que eres tú quien debería ser su amante. Sólo se digna a hablar de los gestos y la voz contigo. Conmigo sólo utiliza monosílabos y esa fulminante mirada de verdugo, con la que me tortura.

Hombre.-
¡Es realmente insoportable!

H. Pequeño.-
(Apareciendo de nuevo)
 He vuelto. Aquí estoy de nuevo. ¡Que mujer tan excepcional!

Mujer.-
Tengo Sueño. (Yéndose)

Hombre.-
¡Váyase, por favor!

H. Pequeño.-
Desde luego. No tardaré en volver.
(Se dirige a la puerta, en cuyo umbral permanece detenida la Mujer y, sin dejar de mirarla hace mutis. Por su parte, ella vuelve al piano. Tocando suavemente:)

Mujer.-
Mamá-Peluda soñaba con levantar una fila de columnas delante de la fachada de su casa, como en las viejas y aristocráticas mansiones del Sur. (P) A lo largo de aquellos melancólicos días, ella pegaba el rostro en los cristales empañados del invernadero y se reía de los chicos cuando correteando se hundían en el barrizal de la vecina escuela. (P.P.) Luego se dejaba adormilar con indolencia sobre el sillón y escribía sus delicados versos en el interior de la cabeza. (O.T.) Probablemente los chicos le rompieron el diario que escondía en el cajón de la cómoda… ¡Los chicos son unos demonios! (OT) Como en una colección de mariposas disecadas, siempre atravesaba sus versos con alfileres en cada hoja. El de la última, sin embargo, aparecíó muerto de varias cuchilladas. (Notas estridentes)

H. Pequeño.-
(Entrando)
¡Encantadora!...Los gestos...la voz... ¡Deliciosa!...Volveré.
(Sale y de inmediato vuelve a entrar. Se acerca a ella y la palpa con curiosidad y satisfacción de arriba abajo.¡Oh Dios, encantadora… encantadora…!

Hombre.-
(Entrando) ¿Es que no conoce otra palabra?

Mujer.-
¿Es que no conoce otra palabra?

H. Pequeño.-
¿Es que no conoce otra palabra?

Mujer.-
(Tras nuevas notas estridentes) nieria ud. f-toar de nuevo. ¡Que mujer tan excepcional!

Mujer.-
Tengo Sueño. (Yéndose ella)  ¡Váyase, por favor!


H. Pequeño.-
Desde luego. No tardaré en volver.
(Dirigiéndose a la puerta, en cuyo umbral permanece detenida la Mujer y, sin dejar de mirarla, hace mutis. Por su parte, ella vuelve al piano, haciéndolo sonar suavemente)

Mujer.-
Mama-Peluda soñaba con levantar una fila de columnas delante de la fachada de su casa, como en las viejas y aristocráticas mansiones del Sur. (P) A lo largo de aquellos melancólicos días, ella pegaba el rostro en los cristales empañados del invernadero y se reía de los chicos cuando correteando se hundían en el barrizal de la vecina escuela. (P.P.) Luego se dejaba adormilar con indolencia sobre el sillón, y escribía sus delicados versos en el interior de la cabeza. (O.T.) Probablemente los chicos le rompieron el diario que escondía en el cajón de la cómoda. !Los chicos son unos demonios!. (O.T.)  Como en una colección de mariposas disecadas, siempre atravesaba sus versos con alfileres en cada hoja. El verso de la última página, sin embargo, aparecíó muerto de varias cuchilladas. (Notas estridentes).

H. Pequeño.-
(Entrando)  ¡Encantadora!...Los gestos...la voz... !Deliciosa!...Volveré. (Sale y de inmediato vuelve a entrar. Se acerca a ella y la palpa con curiosidad y satisfacción de arriba abajo)
!Extraordinaria...  maravillosa...! ¡Oh, Dios, encantadora ...encantadora!.

Hombre.-
(Entrando) ¿Es que no conoce otra palabra?

Mujer.- 
¿Es que no conoce otra palabra?

H. Pequeño.-
¿Es que no conoce otra palabra?

Mujer.-
 (Tras nuevas notas estridentes) nieria ud.

Hombre.-
(Entrando. Y como si pasara de la presencia del otro) Estoy de vuelta, cariño... (la besa)
 Y ese pelma ¿se ha ido ya?

Mujer.-
(H. Pequeño siempre en escena)Hace un instante.

Hombre.-
¡Afortunadamente! (P) En fin, pues hasta luego.
(Y vuelve a salir. E inmediatamente entra, efectuando idéntica operación en las tres ocasiones repetidas)Estoy de vuelta, cariño... (la besa) Y ese pelma  ¿se ha ido ya?

Mujer.-
Hace un instante.

Hombre.-
¡Afortunadamente! (P) En fin, pues hasta luego...(Sale y  vuelve a entrar.)Estoy de vuelta, cariño. (La besa) Y ese pelma, ¿se ha ido ya?

Mujer.-
Hace un instante.

Hombre.-
¡Afortunadamente! (P) En fin, pues hasta luego.
(Disponiéndose a salir como en ocasiones anteriores, aunque finalmente se detiene ante la puerta) ¿Nos acostamos?

Mujer.-
Ahora mismo.

Hombre.-
Bien, te espero en la alcoba. (Sale)

H. Pequeño.-  
¡Oh, es alta y frágil, indefinida, brillante. ¡Es ud. una mujer exquisita! ¡Pómulos agudos, palabra sugestiva, mentón decidido, sensibilidad elocuente, tipo coordenado, solemne... ¡Brillante …insisto una mujer brillante!

Mujer.-
(En el piano, dando un nuevo golpe de teclas) La pobre de Mamá-Peluda suponía...

H. Pequeño.-
(Sin haber llegado a salir, pero mimetizando operaciones anteriores)Hola, cariño, estoy de vuelta. (La besa).

Mujer.-
(Con pasiva naturalidad tras la interrupción, prosigue su acción)... Suponía que su vida no tenía otro sentido que...

H. Pequeño.-
(Interrumpiéndola de nuevo, mientras simula el juego de recién llegado) Hola, cariño, estoy de vuelta
 (La besa. Y ahora se sienta en el taburete del piano junto a ella. Tomándola de los hombros) ¡Hola, cariño!

Mujer.-
(Resistiéndose y en acción de levantarse) Lo siento.

H. Pequeño.-  
(Que se interpone) Necesito que venga conmigo.

Mujer.-
No me es posible. ¡Disculpe…!

H. Pequeño.-
(Insistiendo)
El caso es que no se halla ud. en condiciones óptimas para una negativa… Verá...

Mujer.-
(Forcejeando sin violencia)Déjeme marchar. Estoy citada con é1 en la alcoba
(Y señala a la cristalera traslúcida de la Izquierda, a cuyo través puede verse a contraluz la silueta del Hombre desnudándose y colocando su ropa en perchas)¡Por favor, déjeme salir!

H. Pequeño.-
Me veré obligado a violentarla, estimada amiga.

Mujer.- 
Le repito que no puede ser.

H Pequeño.-
Sospecho que desea que la fuerce.

Mujer.-
(Clavándole una mirada intensa y avasalladora, en un pulso entre ambos que finalmente él es incapaz de sostener. La permite el paso  y ella se aleja en dirección a la puerta. Antes de salir, se vuelve y la inquiere)

H. Pequeño.-
¿Podré volver mañana...?

Mujer.-
(Deteniéndose un instante) ...desde luego. (Saliendo).

H. Pequeño.-
 (Se vuelve al piano, se sienta y tras un nuevo y estridente golpe:)
Yo no se si las carantoñas de Mama-Peluda podrán continuar resonando hasta el final del tiempo. Los días alcanzan a veces un doble y ambiguo significado...
(Se interrumpe ante la magnifica visión de la Mujer desnudándose  tras la cristalera de la alcoba, mientras la observa mudo y extasiado durante el transcurso de la delicada y voluptuosa  ceremonia. Al fin, la Mujer se acuesta y apaga la luz de la alcoba. El H. Pequeño, recuperado unos segundos después, reanuda su parlamento.)
...el movimiento de la multitud hacia su propia masa y, por otro lado, la revolución repetida desde las primeras vocales de los abecedarios.
(Violento golpe de piano seguido de un distorsionado tecleo a cuyo fin aparecen de súbito por la puerta Hombre y Mujer completamente desnudos, en un corrosivo y casi ridículo cuadro.)

Mujer.-
Bien, creo que debería despedirse  ya.

H. Pequeño.-
Desde luego. Dispénsenme, lo había olvidado. Me hallo tan a gusto entre uds que... De verdad que lo siento…
(Mientras parece disponerse a marchar)
¿Podré volver en otra ocasión?                      

Mujer.-
Siempre que lo desee.  
(Los besa a ambos y dirigiéndose a la puerta, sale).  

Hombre.-
¿Le conoces?                         
Mujer.-
Es la primera vez que le veo. (P) Resulta estúpido.                   

Hombre.-
No me gusta ese tipo.          

Mujer.-
Ni a mí.                         

Hombre.-
Se comporta como un adhesivo. No lo entiendo.

Mujer.-
Estoy harta de oirle. Siempre habla de lo mismo: Mamá-Peluda esto… Mamá-Peluda aquello…

Hombre-
Esperemos que no vuelva.

Mujer.-
No lo hará.

Hombre.-
Bueno, querida, te espero en la cama.(La besa por enésima vez y sale hacia la alcoba)

Mujer.-
Enseguida estoy contigo.(Vuelve a. sentarse ante el piano)A los tres meses de sustituir sus emociones eróticas por otras  más intransigentes, Mamá-Peluda se acercó en silencio al balcón y manifestó algo...

H. Pequeño.-(Que aparece repentinamente en la puerta y se adelanta con su afirmación a la glosa de ella. Con dureza)¡Que los hombres no tenían interés!

Mujer.-
(Volviéndose bruscamente)¿Por qué habla ud. así?

H. Pequeño.-
Me he limitado a repetir sus palabras.

Mujer.-
(Rotunda)
¡Márchese!

H. Pequeño.-(Explicativo)De todos modos, estaba mintiendo...
Mujer.-
No vuelva, se lo ruego.

Hombre P.-        
De acuerdo, no volveré. Se lo prometo.

Mujer.-
(Emprendiendo canino a la alcoba)Lo siento, voy a acostarme.

H. Pequeño.-
(Siguiéndola)Muy bien, la acompañaré hasta la cama.

Mujer (OPF ).-(En off, mientras se acercan a la alcoba) Como quiera.
(Se ilumina la habitación, viéndoles silueteados al trasluz. Preparativos de ella para acostarse. Enlazando con diálogo referente a Mamá-Peluda)

Mamá-Peluda
¡Jamás dijo nada semejante!

H. Pequeño.-
(Que comienza a desnudarse)Tal vez… Sin embargo, debería haberlo hecho. Se hubiera evitado pasar por los demás problemas.

Mujer.-
Dispénseme, pero mañana me espera un día muy ajetreado.(Metiéndose en la cama, junto al Hombre, que parece despertar yse incorpora. Ambos sentados)Desde luego, podrá volver cuando lo desee…

Hombre Pequeño.-
 (Terminando de desnudarse)
Si no le importa, me permitirá usar su cepillo de dientes.
(Desaparece de la zona iluminada)

Hombre.-
Se ha marchado.

Mujer.-
No volverá

Hombre.-
Siempre vuelve.

Mujer.-
Ya no.

Hombre.-
¿Que es lo que quiere?... ¿Por qué vuelve siempre?

Mujer.-
Jamás vuelve.

Hombre.-  
Sin ir más lejos, hoy.

ujer.-
No es cierto.

Hombre.-
Está continuamente molestándote.

Mujer.-
No lo se.

Hombre.-
(P)  De acuerdo, no volverá.

H. Pequeño.-
(Entrando y metiéndose en la cama. Los tres sentados, en medio de ambos, se halla la Mujer.) Ya estoy aquí de nuevo… ¿Podrían hacerme sitio?

Mujer.-
(Acomodándose los tres, y después de una pausa…)Mamá-Peluda no había logrado comprender que todo se lo debían y comenzó a  acostarse, uno a uno, con  los  chicos. (OT)  Sin embargo, ella hablaba varios idiomas y era capaz de hacerse no entender cuando lo consideraba oportuno. (Se tienden dentro de las sábanas. Al fin, la Mujer saca el brazo, buscando el conmutador y apaga la luz de la alcoba)

FIN DE 
"MAMÁ PELUDA"





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