POEMA SATURNAL DE DRÁCULA
Juan Antonio Cadenas
Reconozco el sueño que vivo,
en el que muero,
en el que me imagino
pesadilla confinada en el
ámbito de tu olvido.
Palpo la sustancia aural de mis
fantasmas,
el núcleo neurálgico de la
tristeza
y la torturadora huella
de un estigma que alguien
encargó por mí
el ciego día abisal
en que me condenó el instinto a
la apuesta terrible por la vida.
Infame, guiso mi propia menstruación
y la aderezo con unos dientes
de ajo,
para defenderme del propio terror
a mí mismo.
Paladeo mi suculencia genital
con las sabias papilas de mi
inmemorial condición antropófaga
de atormentado vampiro y
decadente gourmet crepuscular.
Sibarita hemófilo,
adicto a las sublimaciones del tenebroso
bálsamo de la demencia
degustador de los delirantes
cócteles molotov destilados de mi sangre,
al fin puedo apercibirme
cautivo de mi presentimiento.
Como inefable y emblemático amo
y señor del sueño eterno,
como el legítimo detentador y
soberano de la sangre
y de su gula,
de la divinidad exclusiva del
sexo…
¡Me aborrezco!
Aunque te prefiero líquida y de
un trago,
desnuda,
obligado por la dura
rutina del envejecimiento,
ebrio de la condición genética
de tu carne roja y "a la piedra",
apaciguo mi atormentado cerebro
cuando tras degollarte en mi
lecho
voy saboreando inerte
y una a una
todas tus angustiosas pesadillas de muerte.
¡No olvidaré la luminosa y arrogante tentación de mi turbio beso vampiro
posándose sobre la
voluptuosidad de tu tierno cuello nacarino,
ni aún si me hallara forzado
a revivir tu tenebrosa imagen de momia
o aunque tuviera que volver a
reintegrarme
en la horda salvaje de los
exterminadores de “sapiens”.
Porque hoy es el último día del
tiempo perdido,
en el que vendrán a
precipitarse sobre la existencia de la
especie antropomorfa
todas las hemorragias
rescatadas al sida
que, como el genuino DRÁCULA que soy, ingeriré en tu
nombre.
Aún continúo poniendo fin a tu existencia
para poder revivirte una y otra
vez
y conseguir resucitar
tu ya descompuesta inexistencia
mortal…
y poder así deleitarme para
siempre
en esta perpetua feria de la
putrefacción universal.
Los estigmas y trombos coagulados de todos los momos incorruptos
y todos los lunáticos del
último milenio,
como en un milagro,
han reciclado hoy su impostada
luz negra,
en esa vieja recidiva de tu insolidaria sangre
de tierra.