Monday, January 22, 2007

"vacaciones al este del edén"
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He aquí el prodigioso parque sumerio de las Delicias, el exuberante huerto del que fueron desalojados con los peores y más insolentes modales nuestros atolondrados progenitores a raíz de su frívolo escarceo con el enigmático fruto del arbusto del bien y del mal al infringir la severa prohibición enunciada por el implacable y soberbio Jahvé.
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He aquí nuestro añorado Edén, en su deplorable estado de conservación tras el demoledor paso de los actuales señores de la guerra, los taimados caudillos azorados (Azor, Azores…¡qué nociva memoria la de esta especie de pájaros!), los atilanos o atílicos (incluso etílicos, alguno) integrantes de este incalificable trío de la benzina capaz de asumir sin remordimiento alguno el cruento engaño de la usurpación de nuestro vetusto y añorado paraíso bíblico.
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Ante nosotros, la que fue fértil y generosa campiña mesopotámica, cuna de la humanidad, circunvalada de cauces fluviales de generoso caudal a los que el anónimo albacea del Génesis apeló como: Pu-ra-tu (o Éufrates asirio); Pisón (de la tierra de Evila, ¿la India?, donde abundaban el oro y las riquezas); Guijón de Cus (¿patria de los cossaenos o Etiopía, en la que se prodigaban la dulce ágata y el delicado bedelio?), y en última instancia, el mismísimo y, por entonces, turbulento Tigris (Génesis; v. 2.10 a 2.14).
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Aquí, frente a la maravillosa patria adoptiva del más lúcido y, con toda certeza, remoto pueblo como tal de la Tierra, el prodigioso fundador de la más antigua civilización conocida, cuya edad se circunscribe a la friolera de un mínimo de ocho milenios. Y aludo, desde luego, al esotérico pueblo de los por sí mismos designados como hombres negros: las insólitas y misteriosas gentes sumerias.
Ellos fueron nuestros verdaderos progenitores edénicos, los perspicaces descubridores e inventores de buena parte de los elementos cruciales con los que llevar a cabo el ciclópeo desarrollo de la civilización agrícola y urbana y, en consecuencia, de la evolución humana.
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El pasmoso catálogo de sus innumerables hitos culturales se estrena con la invención del arado y la mágica rueda -madre del transporte y del colonizador carro de guerra. Aunque por encima de todo, es la creación de la escritura de expresión fonética el hallazgo de importancia determinante para la humanidad y su desarrollo. Habiendo sido, por lo demás, autores de otras innumerables aportaciones técnicas y científicas, quizá de envergadura diferente pero análoga relevancia, como la de ser creadores, por ejemplo, de las modélicas urbes-estado, que llevaban aparejadas los primitivos aunque sorprendentes templos-palacios. Concentraciones urbanas éstas que se configuraron por primera vez como fenómeno de objetivación estética, arquitectónica y urbanística del arte de la construcción.Y en otro orden de cosas, el de ser los diseñadores del primer calendario solar anual de 12 meses, además de adeudárseles la paternidad de incontables y trascendentes hallazgos en el ámbito de la Astronomía, la Matemática y la Ciencia en general, que hacen de su fastuosa herencia un magnífico e inagotable tesoro de carácter etnológico, antropológico, arqueológico y científico.
Así mismo, el ejemplar diseño de su organización socio-política, o el establecimiento de un efectivo sistema mercantil de cambio y intercambio y trueque, e incluso la intuición y práctica de una primitiva pero ingeniosa contabilidad numérica, sin olvidar la elaboración de una racional y completa legislación y jurisprudencia escrita, reunida en el sorprendente e inefable Código de Hammurabi. Sin desmerecer por ello el exitoso estreno histórico del inaugural corpus literario y mitológico que viene a representar el suculento “Poema de Gilgamesh”. Además de tantos otros descubrimientos y creaciones que testimonian y concluyen por hacer de estos sabios e inmemoriales iraquíes los portadores casi exclusivos del prodigio civilizador.
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Asirios y acadios fueron algunos otros de los iniciales y afortunados pueblos que disfrutaron de largas y jubilosas temporadas vacacionales en este espléndido Jardín de Edén -jardín de infancia, más propiamente, por entonces. Y veranearon también en las soleadas y bien humedecidas riberas fluviales de esta “tierra entre ríos”, prodigiosamente articulada entonces por una increíble red de irrigaciones, que proyectaron con un perfecto plan de aguas tan ajustado y preciso que fue capaz de mantener controlado con un insólito equilibrio hidráulico, regadíos, sequías e inundaciones. Una ingeniería ésta de tan envidiable concepción, que para nosotros los españolitos de a pié y a caballo la querríamos en este inundado 2006. Modélico trazado de canalizaciones y embalses, sumideros y colectores, y hasta red viaria de transporte fluvial, que vino a completarse y rematarse con otra de las más complejas y suntuosas construcciones hidráulicas de la antigüedad y una de las 7 maravillas de la civilización: los fantásticos Jardines Colgantes de la asombrosa y cautivadora Babilonia del gran Nabucodonosor, emparejados con el enigmático y ambicioso zigurat, celebrado en inquietante Torre de Babel. Que aunque hoy desaparecidos y mal conocidos documentalmente fueron, sin embargo, inmemorialmente celebrados.
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Pues bien, todo el inconmensurable volumen de riquezas arqueológicas y culturales generadas por esta excepcional civilización, y las que le siguieron, que fue e incluso sigue siendo susceptible de transmutarse alquímicamente en el puro lapizlázuli de un difícilmente imaginable boom turístico de lujo extremo, ha sido y prosigue lamentablemente sacrificada al más bochornoso e injustificable expolio cultural y humano del presente siglo.
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El “bailad, bailad, malditos” de esta fúnebre y oprobiosa kermesse de ignorantes centuriones, bárbaros embusteros, descerebrados y truhanes, ha sido al fin acaudillado para abominación de Oriente y Occidente por la falsaria inteligencia de esta perjura Trinidad de los "malos" (o "peores") de todos los "western" del admirable Hollywood de nuestros sueños. ¿Pero verdaderamente es posible que les llamaran Trinidad? ¿No sería que fueran en realidad los tres mosqueteros o quizá los tres solteros y un biberón o decididamente los tres fugitivos...camaradas...amigos...soldados y hasta los tres cerditos?. ¡Hasta cuando, sórdidos catilinarios!.
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Creo que ya es tiempo de concluir este interminable holocausto y evitar con ello proseguir reincidiendo y vulnerando machaconamente la sangrante úlcera de este denigrado y estigmatizado país de las maravillas. País cuyo inagotable potencial turístico-cultural no es factible de poder evaluarse sino a grosso modo, a base de una pura y tosca aproximación. Se conjeturan en alrededor de 100.000 las ruinas arqueológicas supervivientes en la actualidad (en Septiembre del 2005, fecha en que se escribe el presente artículo). Y ello desde luego, dando por descontado los siniestramente desaparecidos y saqueados restos resultantes del calamitoso compendio de devastación que, en nombre de la madre de todas las mentiras, no tuvo el menor empacho en llevar a cabo este impresentable y bananero trío calavera, y nunca más acertadamente expresada la adjetivación.
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Con semejante barbarie de secuelas en el ámbito del Turismo y la Cultura, originadas por la utilización de la perífrasis de la sordidez más increíble, así como el más hipócrita disfraz cortado con el patrón estilístico de la “guerra preventiva” o las “armas inteligentes” y el tan formidable insulto a la más insensible, montaraz y lerda de las inteligencias, que no es otro que el conocido eufemismo de los imperdonables “daños colaterales”… Además de la inacabable ristra de otras infames falacias con las que se nos ha escamoteado a todos los ciudadanos del mundo el placer y la fortuna de poder disponer de la madre de todas las visitas, viajes, vacaciones y veraneos turísticos, de estudio o trabajo, factible de ser disfrutada en este quimérico reino de la dulce Sherezade y sus voluptuosas mil y una noches.
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Perpetrado ya tal doloso, insoluble y sanguinario cataclismo de la guerra, cobardemente consentida por unos y por otros y por todos en general, hemos conseguido al cabo la exterminadora mutación de nuestro añorado Jardín de las Delicias en el más profanado e inmundo Jardín de los Horrores. Este fabuloso Edén mesopotámico, que nos sirvió en su día para nuestro alumbramiento humano y civilizador de cuna, paradójicamente hoy lo hemos reconvertido en nuestra propia tumba.
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de LUXX ediciones
para FACTORÍA DE LUNÁTICOS
juan a. cadenas copyright -05
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