PEPERRERÍAS
(Los disgustos del ninguneo contra Mariano)
Así que nuestro señor Aznar, el endiosado -endiosado quizá por haber tenido el honor ¡qué digo: el horror! de haber sido sido uno de los tres afortunados redentores de aquella cobarde guerra, junto a sus amiguitos mosqueteros: el rojizo Blair y el zoquete de Vips-Vapor-Busch.
Lo cierto es que ni el arrepentimiento ni la misericordia han conocido ni quieren conocer nada de ellas. Decía que el conocido guerrero del antifaz, quien hoy ya paliquea en inglés californiano, se halla determinado a volver ¡otra vez, tú! ¡La que nos espera con la vuelta de esa larga nariz pinochetera y de ese altivo morrito picudo impulsado hacia el frente -de otra batallita o del de juventudes- que se diría aspira a ser el propulsor de misiles más aterrador de pánicos contra sus infortunados adversarios rajoyanos a los que su altivez no perdona y a los que ha desterrado a la mismísima contraoposición.
Lo cierto es que ni el arrepentimiento ni la misericordia han conocido ni quieren conocer nada de ellas. Decía que el conocido guerrero del antifaz, quien hoy ya paliquea en inglés californiano, se halla determinado a volver ¡otra vez, tú! ¡La que nos espera con la vuelta de esa larga nariz pinochetera y de ese altivo morrito picudo impulsado hacia el frente -de otra batallita o del de juventudes- que se diría aspira a ser el propulsor de misiles más aterrador de pánicos contra sus infortunados adversarios rajoyanos a los que su altivez no perdona y a los que ha desterrado a la mismísima contraoposición.
Este personaje es otro engreído convicto de que la jodida España nuestra, España mía, resulta que
es exclusivamente sólo suya.
En realidad, no deja de ser como uno de esos catalanes soberanistas, pero del revés.
¡Joder. tú, miedo me da que vuelva por aquí! ¡Mejor, Raxoi, tronco! ¡Y hasta el mismísimo Frasco!
es exclusivamente sólo suya.
En realidad, no deja de ser como uno de esos catalanes soberanistas, pero del revés.
¡Joder. tú, miedo me da que vuelva por aquí! ¡Mejor, Raxoi, tronco! ¡Y hasta el mismísimo Frasco!
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