Monday, October 23, 2006

LA FIEBRE DEL ORO
El vocablo castellano oro proviene del sánscrito "ush", que significa “brillo”, “brillante”; trasladándose al hebreo como or -equivalente a “luz”-, y a las formas latinas "aurum" y "orum", de cuyo último término procede directamente nuestro "oro". Así que este luminoso y deslumbrador metal, de características tan particulares y cautivadoras, hace obviamente justicia a su propio apelativo, siendo bien conocido y reverenciado por los pueblos de todos los tiempos.
Todo el oro que se ha extraído de las minas puede afirmarse que cabe en un cubo de 20 metros de lado; es decir, de 8.000 metros cúbicos de volumen. Y del oro que actualmente continúa circulando por el mundo, casi el 80% procede de la antigüedad.

Respecto a sus orígenes históricos, de los egipcios, por ejemplo, poseemos referencias explícitas registradas en unos pasmosos jeroglíficos de hace aproximadamente cinco mil años, aunque, por otra parte, también sabemos que les fue conocido y ya utilizaron cuando menos durante otro milenio más de antelación. Pero, probablemente, haya sido el por tantos motivos ejemplar pueblo sumerio el responsable inaugural de su difusión y expansión geográfica, previamente al descubrimiento y explotación de las opulentas minas de las tierras nubias en el Egipto Meridional. Nubia ésta, que se significó precisamente como primera y casi exclusiva potencia de la producción y exportación del rubio metal hasta bien entrada la edad Moderna, y de cuya raíz terminológica, nub procedía la denominación que los egipcios daban al propio elemento químico.

El complejo de minas romano conocido por Las Médulas, y designado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, que se halla situado en la comarca del Bierzo leonés, produjo a lo largo de sus 200 años de explotación alrededor de los 5000 kilos de oro.

De sus pasmosas y múltiples propiedades se haría interminable un estricto examen esquemático, así que procuraremos efectuar un humilde vagabundeo por unas pocas de sus menos conocidas peculiaridades. Por ejemplo, la de que siendo blando, paradójicamente es muy resistente y estable a la acción del calor y la humedad, así como a la corrosión de los agentes físicos y químicos. O, por otro lado, que posee extraordinarias cualidades vinculadas a la conductividad eléctrica y electrónica; lo que le ha convertido en un material de valiosa rentabilidad para la industria en general, así como para otros variados y múltiples usos, incluídos obviamente los de las manidas y convencionales aplicaciones en joyería y orfebrería, numismática o como patrón del sistema monetario de numerosos países, destacando también sus aplicaciones en la industria espacial, la aviación, comunicaciones y ordenadores, biología y medicina, nanotecnología…
La excelente maleabilidad y ductilidad del sagrado metal egipcio permite que de una cantidad aproximada de 30 gramos se puedan llegar a obtener láminas de unos 30 metros cuadrados de extensión superficial. Respecto de su capacidad de depuración, hasta el día de hoy hemos conseguido obtenerlo hasta con un 99,999% de pureza.

Su multiplicidad de interesantes empleos y funciones, sus muy preciadas propiedades fisico-químicas y, desde luego, su estimadísima belleza así como su misma escasez natural, lo han convertido en un elemento cuasi maravilloso y mágico: un componente capital e imprescindible en toda fortuna o tesoro que se precie de serlo. El propio término tesoro, es patente que recibe su denominación derivada del propio vocablo áureo en cuestión.

A pesar de la inconmensurable abundancia del oro en los océanos y los mares, no hemos conseguido desarrollar ninguna técnica mínimamente adecuada para hacer rentable la extracción y explotación marina del codiciado metal.

Pero como podemos además comprobar, este fastuoso y amarillo metal (en realidad, también rojo rubí, morado y hasta negro, según el espesor de su laminación) es, de otro lado, depositario de las más idóneas características y peculiaridades para significarse como inspirador de un irreprimible objeto de veneración, e incluso como del más visceral de los deseos humanos. Es decir, encierra celoso y siempre rondando el límite de la deflagración, una alarmante mezcla de belleza, fasto y codicia. Sin duda, nos arrastra a imaginar que el mapa genómico de la especie humana debe ser consignatario de un gen biológicamente imbricado a los perfiles de este metal; un presunto y patógeno gen -“auro-gen”- capaz de explicar de modo palmario nuestras más fanáticas y perversas reacciones frente a la simple presencia de este anciano, criminal y a la vez arrebatador metal.

Los castigos impuestos en el medioevo a los encargados de las cecas(fábricas destinadas a depurar hasta sus cotas legales al oro monetario) que reducían criminalmente su graduación en quilates, iban desde la ceguera y amputación de la mitad de las manos hasta la despiadada castración.

En el nombre de este enigmático elemento químico, en el nombre de su ambicionada posesión y disfrute, no sólo reyes, papas o magnates, sino incluso el resto de los humildes y dóciles mortales de a pié, nos hemos literalmente dejado cautivar por él,implicándonos en la conquista y civilización de la casi inabarcable totalidad extensiva del planeta, aunque y desafortunadamente también, hemos sido incapaces de reprimirnos para impedir la comisión, en su nombre también, de toda clase de las más abyectas hostilidades y crímenes.

Durante del rodaje del film “Cleopatra”, Liz Taylor tuvo que lucir un traje de oro cuyo coste superó los 6.500 dólares. Sin embargo, el vestuario integral de la actriz en la mencionada película superó la escalofriante cifra de los 195.000 dólares.

De su potencia persuasiva dan expresivo testimonio enunciados y locuciones de tanta variedad y versatilidad semántica como estos: fiebre del oro, bodas de oro, disco de oro, el dorado, ruta del oro, el oro de Moscú, dientes de oro, segmento áureo, Gold finger, medalla de oro, el hombre de las pistolas de oro, la chica de las bragas de oro, la torre del oro, lluvia dorada….y tantos y tantos otros que sin duda nos significan el valor y la importancia que los humanos hemos venido depositando en el oro, el idolatrado metal símbolo por excelencia del valor y la pureza, la fortuna, la belleza y la lujuria.

Del transporte de este noble y precioso metal desde América a la célebre Torre del Oro sevillana, se sabe que cada año llegaban alrededor de unos 120 navíos, cada uno de los cuales poseía una capacidad de carga media aproximada a las 300 toneladas métricas. Lo que da una muestra significativa de la inútil sangría que perpetraron nuestros incalificables antepasados a la dulce y dorada América.
La Alquimia imaginó en la más gloriosa y veraz de sus quimeras la búsqueda de la maravillosa piedra filosofal, capaz de convertir todos los materiales que tocase en oro. Hermes de Trimegisto, Merlín, Alberto Magno, Paracelso, Bacon, Llull, Fulcanelli, el Marqués de Villena, y tantos y tantos otros excelsos maestros de las destilaciones y el atanor alquimista, invirtieron una dilatada extensión de su existencia en la práctica de tales experiencias a efectos de esta mágica materia capaz de conseguir la socialización absoluta de la riqueza de la sustancia química. Con el descubrimiento del lapizlázuli de los filósofos los más innobles y devaluados de los elementos de la tabla de Mendeleiev se podrían transmutar con toda facilidad los unos en los otros, y todos ellos en el más genuino y aristocrático de los mismos, en nuestro entrañable y amantísimo oro.

Con la anhelada transmutación de los metales de los viejos alquimistas habríamos alcanzado no sólo la riqueza absoluta sino, además, la soberbia propina de la inmortalidad. Hoy sabemos que la actual química nuclear de isótopos ha proporcionado testimonio de autenticidad a aquel viejo empeño de la transmutación alquímica de la materia.

Desgraciadamente, sin embargo, en la actualidad, nuestro entrañable y alquímico elemento se halla amenazado por poderosos enemigos de análogas valiosas cualidades. Competitivos adversarios que se hallan a punto de arrinconarlo en vía muerta a fin de tomar su relevo inmediato o, cuando menos, de adormilarlo en una comprometida vía de extinción. A pesar de su diminutivo e infravalorado apelativo, el moderno platino es en la actualidad el más valioso de todos los metales preciosos y se halla decidido a suplantar a nuestro precioso elemento en sus muy veteranos empleo y sueldo; es decir, a no detener su ambicioso proyecto vital de reemplazar al alegre, confiado y a todas luces más remoto, reñido y anhelado metal de todos los tiempos.

JA Cadenas

de la Revista LUXX (nº 4 Enero-66. Copyright-05)
para “MURO DE LAS CALCOMANÍAS”.


No comments: