Friday, August 05, 2011





“INOCENTE”

                             Pieza de Teatro Breve de juan antonio cadenas

Un extraño individuo de aspecto torturado, que viste la tópica vestimenta a rayas de un cautivo, se halla preso en el interior de una celda de rejas, que no es otra cosa que una jaula de un par de metros cuadrados con una taza de retrete,  un lavabo y un espejo como único mobiliario de asiento y escribanía.
Nuestra Víctima, al iniciarse la ACCIÓN, se halla sentada en la taza, mientras escribe con un lápiz plano de carpintería, de aquellos de chupar y ensalivar para que pudieran estampar. Escribe en realidad sobre el espejo que ocupa la zona superior del lavabo, que quiere ser un espejo de transparencia de los utilizados en las salas de interrogatorios. Y garabatea abundantes parrafadas ilegibles, en tanto podemos advertir que el espejo ya se halla prácticamente abarrotado de texto, a excepción de contados huecos vacíos que irá rellenando a lo largo del transcurso de la obra...

Víctima.-… acabando desquiciado por  la desesperación.

 (Finaliza uno de esos pasajes escritos sobre el espejo, y sentándose después sobre la taza del retrete,  contempla fijamente, como adormilado, en un sopor espeso, un lugar específico del patio de butacas… Hasta que tras releer e incluso retocar una vez más porciones de la escritura reanuda con lentitud su soliloquio, rememorando reflexivo la continuación del pasaje previo a cuyo final sólo hemos asistido y que por tanto desconocemos) 

Víctima.-…me acusaron de ser inocente. Inocente, sí: lujo éste que sólo unos escasos privilegiados, por no decir ninguno, podían permitirse. Ellos habían asumido ya por aquel entonces su roll de culpables y se sentían acuciados a exigir la culpabilidad de todos los demás con objeto de excusar o aminorar en lo posible el arrepentimiento de su perdida inocencia.

Reanuda la enigmática escritura de la pizarra.

Víctima.-Así que no parecían hallarse dispuestos a tolerar la mía. Y para mí el sólo hecho de reivindicarla me convertía en una especie de disidente de su círculo de culpabilidad y, por consiguiente, me volvía culpable a sus ojos.

Víctima.- Para no perder los buenos modales –síntoma que se revelaba en sí mismo como un indicio poco ortodoxo de los viejos escrúpulos- recurrieron a las estratagemas más ladinas con el fin de acobardarme y conducirme a un callejón sin salida.

Vuelve a levantarse y a escribir sobre el espejo, al  que cada vez le restan menos espacios para seguir rellenando. Después, reanuda su soliloquio, agarrándose torturado a la verja de la jaula…

Víctima.- Me obligaban a ser libre, a decidir mi propia libertad, aunque era obvio lo absurdo de tales pretensiones. Acepté, sin embargo,  aunque comprendí de inmediato que siguiéndoles este juego de considerarme libre tal estrategia no dejaría de ser un fatal impedimento para serlo de hecho, puesto que, en definitiva, semejante coacción se resolvía con la inversión de sus intenciones. Sólo acatando, pues, su impuesta libertad, paradójicamente me posicionaba frente a ellos, constituyéndome en consecuencia como criatura libre.

Se da la vuelta, y tras levantar la tapa del retrete, se dispone a orinar al tiempo que prosigue su labor de escribanía incluso sin interrumpir su speech de argumentaciones.

Víctima.- (Orinando) Sin embargo, a la vista de mi ciega obediencia, comenzaron a recelar. Imagino que sospecharon intuyendo mi estratagema. En realidad tengo la certeza absoluta, porque a partir de entonces no cesaron de acorralarme con todo tipo de argucias, obviamente con el deliberado propósito de confundirme y desmontar mi supuesta impostura.
Sin embargo, conseguí satisfacer con éxito sus expectativas, evitando con sumo cuidado caer en sus enredos y maquinaciones. Y el caso es que no lo debí hacer tan mal, porque a pesar de que me llenaron la casa de patrañas y mentiras a cuál más peregrina y sorprendente –no perderé más tiempo insistiendo en que era falso absolutamente todo- logré adaptarme con tanta pulcritud y naturalidad a mi propia maquinación que con frecuencia terminé por sorprenderlos realmente desorientados y perdidos en sus propias patrañas.

Ha terminado ya de orinar y recomponerse los pantalones, baja la tapa, y vuelve a la pizarra a añadir otro considerable cúmulo de garabatos, que  se esfuerza para que no se le desborden  del  marco del espejo.

Víctima.- Para darles gusto y someterlos a mi confianza, llegué incluso a suicidarme…

Se agarra de los cabellos y sigue efectuando físicamente todo lo que va señalando el  texto del parlamento. Todo el parlamento vívido y patético, un punto emocional exagerado., mientras lo observamos forzándose de la melena para introducirse la propia cabeza dentro del lavabo con intención de ahogarse.

Víctima.-…arrastrándome de los pelos hasta la bañera, donde sin más contemplaciones me obstiné en ahogarme por la fuerza. Reconozco que hubo momentos como éste tan terribles que, desfallecido, estuve a punto de sucumbir, de rendirme. Sobre todo, con el despiadado lavado de cerebro a que me sometieron pasándome la película de los hechos un número tan desorbitado de veces que volví de nuevo a fallecer no sin antes haber sido capaz de memorizarlos detalle a detalle sin esfuerzo alguno. Se me había incardinado de tal modo aquel film que llegué a aprenderlo de modo tan biológico que difícilmente podría dejar de vivirlo, de extraérmelo ni poder escaparme de él.

Vuelve a la taza y se deja desplomar sobre ella. Respira dificultosamente.

Víctima.- Me hallo tan restringido a su acontecer que sospecho haberme convertido en su único acontecimiento: como si la propia película no pudiera ser en mi ausencia ni yo vivir existencia alguna a extramuros de los límites de su haz de luz.

El Proyector luminoso frontal que ha venido iluminando la escena mimetiza el efecto de una proyección cinematográfica, se mantendrá el cuadro.

Víctima.- Semejante virtual film, se ha objetivizado en mí como única y exclusiva verdad y no hago sino darme vueltas una y otra vez en su interior, mientras asisto como testigo o simple espectador desde el patio de butacas. Como si simultáneamente pudiera ser yo mismo al tiempo sujeto y objeto de mi propia reflexión. Aquí estoy, y ahí. También estoy ahí, sí. (Señala al patio de butacas). Soy, pues, su personaje, mi personaje.

Se vuelve al espejo y otra vez la Víctima para proseguir rellenando los  escasos huecos de los últimos escritos, procurando con la máxima precaución y los caracteres más minúsculos mantenerlos en el interior de los límites del espejo; aunque unos pocos renglones comienzan a salirse afuera de los mencionados márgenes, desbordándose a pesar de su pugna vigorosa para impedir que se derramen, simultáneamente a los análogos y dolorosos esfuerzos que lleva a cabo para frenar su in continencia urinaria…

Víctima.- En fin, se que de todos modos, continúo aquí porque me da la gana, que en todo momento podría salir… Pero para mi desgracia  es eso lo que ellos esperan, y sería demasiado el precio a pagar. Sacrificaría mi razón, mi libertad. La renuncia a permanecer aquí enjaulado transmutaría mi génesis fotofílica en pura licantropía fotofóbica.

Vuelve a rellenar con nuevos renglones y garabatos, que ahora ya no puede mantener encerrados en el cuadro del espejo y se le han comenzado a descolgar por los márgenes del mismo a pesar de sus esfuerzos…deslizándose desparramados por la pared hasta precipitarse contra  el suelo, mientras renuncia a refrenar su abstinencia y se deja orinar sobre sí, humedeciendo progresivamente sus pantalones, y acompañándose de un remoto y ancestral gesto placentero.

Víctima.- Lo cierto es que si el haz de luz de la proyección se diluyese tras un último fotograma, mi biología fotosintética se precipitaría como absoluta oscuridad en la mismísima nada.

Y así sucede, se apaga bruscamente el cañón de proyección y toda otra iluminación accesoria, quedando la escena y el teatro absolutamente a oscuras.
Dicho apagón permitirá al actor salir sin ser visto de la jaula y trasladarse discretamente al patio o sala de butacas, uno de cuyos asientos se halla reservado desde el inicio de la función, y en él se acomodará sigiloso nuestro personaje.
Tras un silencio largo, los espectadores darán por supuesto que ha llegado el FIN y comenzarán los previsibles aplausos…mientras la iluminación va resurgiendo lentamente de nuevo

Víctima.- (Poniéndose en pié de súbito y gritando para sobreponerse al ruido y aplauso de los espectadores, lae consintieron asumir…
Así que en último extremo tampoco se hallaban  dispuestos a tolerar mi inocencia ¡culpable inocencia, sí!  Para mí, el sólo hecho de reivindicarla me convertía en una especie de disidente de su círculo de culpabilidad y, por consiguiente, me terminaba por volverme  culpable a sus ojos…
NEGRO BRUSCO y que cada quién abandone el patio de butacas por donde pueda, completamente a oscuras -como en una metáfora integral de la propia obra.
Víctima.-  (Desde su asiento en butacas vociferará) Así que pueden continuar haciendo conmigo lo que les venga en gana. Incluso inculparme como me inculparon… Porque fueron ellos mis delatores. Me acusaron de ser inocente. Inocente, sí; lujo proscrito éste que sólo unos escasos privilegiados, por no decir ninguno, podían permitirse y que ni siquiera a un acusado convicto como yo parecían dispuesto a tolerar... 
Juan A. Cadenas                                                    FIN  de  “INOCENCIA” 


(Madrid, copy right 1988)                                                                          
                                                  

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